jueves, 15 de febrero de 2007

Imitaciones

Hace poco me llevé un pequeño disgusto. No por que no me lo esperara, o por que no me lo advirtieran; hace tiempo que me avisaron que esto de publicar en internet sin registrar lo que escribo no me reportaría ningún beneficio. Pero como no he pretendido nunca hacerme famoso, ni sacar mayor beneficio de lo que escribo que el que se produce al descargar el cerebro de ideas, nunca hice ni el menor caso. Hasta mi esposa me decía últimamente que debería exigir que quién reproduzca mis escritos hiciera mención al autor. Y yo en mis trece, que no, que no hace falta, que total para cuatro cosas que he publicado... y además ¿cómo se puede hacer mal uso de una pequeña pieza literaria cuyo único fin es informativo, cuya única pretensión es lúdica?. Vale, pues estaba equivocado... sí se puede. Y siempre hay algún espabilado que encuentra la manera de utilizar lo más inofensivo para hacer daño, adulterando su primigenia esencia. En fin, qué se le va a hacer... el mundo es así... o mejor, la gente es así.

De todas formas, como he dicho al principio, no me pilla de sorpresa. Son ya muchos años conectado a esta locura de internet: No pretendo dármelas de pionero de la red, pero en 15 años da tiempo a ver de casi todo. Desde las mejores personas, hasta los estúpidos más indignantes. He tenido ocasión de hacer muy buenos amigos, que aún conservo, y con los que mantengo el contacto (Un saludo, Jose, que sé que lo estáis pasando mal en estos momentos); Conocí a mi mujer a través de este medio, a pesar de vivir en la misma ciudad y haber frecuentado lugares casi comunes no nos conocíamos hasta que un buen día, Internet nos hizo tropezar el uno con el otro. Y a través de este medio, me he dado cuenta de la inmensa estupidez humana...

La culpa no es de nadie. La Red, como todas las COSAS no son buenas ni malas, sino que tal consideración ética depende del uso que se haga de ella. Del buen o del mal uso. Internet tiene una ventaja importante, en lo que a las relaciones humanas se refiere (aparte de la utilidad de poder encontrar casi cualquier información dentro de ella), se trata de la posibilidad REAL de comunicarte con alguien. Me refiero a hablar. Esa inquietante habilidad que ha desarrollado nuestra especie durante milenios y que algunos se están empeñando en hacer desaparecer en unos pocos años. Me da igual el modo en que se haga. Da lo mismo si nos impiden hablar en un bar, aumentando los decibelios de la música, o matando el lenguaje que hemos aprendido “x mdio d abrviaturas imposibls d dscifrar”, o no preocupándonos de la ortografía a la hora de escribir, o no dedicando el tiempo necesario a nuestros semejantes para escuchar lo que tengan que decirnos.

Hablar no sólo nos separa cualitativamente del resto de los animales, nos permite intercambiar experiencias y conocernos unos a otros. Por eso, Internet se ha convertido en uno de los principales medios de comunicación de hoy. Podemos HABLAR entre nosotros y llegar a conocernos muy bien antes siquiera de habernos visto el uno al otro, sin estorbos ni adornos innecesarios. A condición, claro, de ser sinceros con nosotros mismos, primero, y después, con nuestro interlocutor. Y ahí está el problema... amparados por el anonimato de estar en otro lugar físico, tras una pantalla de ordenador y su teclado, sin tener la posibilidad de acudir al lenguaje corporal para verificar lo que nos cuentan, han proliferado una serie de personajillos con problemas de madurez o de personalidad que pretenden esconderse de la realidad ¿engañando al prójimo?... más bien a sí mismos... digo yo, que para escapar de su triste realidad.

En 15 años me he encontrado chicas que dicen ser chicos, chicos que cambian su sexo para hacerse “amiga” de otras mujeres, putas que dicen ser sexólogas, terapeutas, psicólogas o psiquiatras. Albañiles que son ingenieros informáticos, diseñadores, abogados o economistas. Principiantes en informática que presumen de ser peligrosos hackers o administradores de red y farsantes varios como para llenar el circo de Pinocho. Y yo no soy un santo tampoco... todos nos hemos hecho pasar por algo no éramos, sobre todo al principio de comenzar en este mundillo. Como a mí me gusta mucho escribir, al principio, cuando me preguntaban que a qué me dedicaba, respondía que a escribir... lo cual no era mentira, pero tampoco totalmente cierto. Pero es que hoy se ha convertido en un auténtico desafío encontrar a alguien que te cuente la verdad tras la pantalla. Conozco a unas cuantas personas, amigas mías o de mi mujer, que, animadas por el éxito de nuestra relación y oyéndonos cantar las ventajas de conocerse antes de verse físicamente, han decidido buscar en el mundo cibernético su media naranja... y tienen suerte si encuentran un gajo de pomelo o de limón; por que sin suerte, hay que lidiar, en algunos casos, con auténticos psicópatas disfrazados de buenos chicos.

Menos mal que tarde o temprano se conoce al impostor, ya sea en persona, o por las contradicciones que deja entrever en sus conversaciones...

Y, por último, dentro de esta ralea de farsantes, se encuentran los plagiarios. Aquellos que, en busca de información, encuentran algo que les gusta y se apropian de ello con una tranquilidad beatífica. Sin preocuparse del daño que puedan ocasionar e, incluso, presumiendo de su autoría FRENTE AL PROPIO AUTOR, como ha sido mi caso... auténticamente de chiste...

De modo que, aunque tenía pensado incluir algunos de mis escritos en este blog más adelante, más que nada porque no son aptos para según que ojos, voy a hacerlo de inmediato. Y así, cada vez que alguien tenga a bien copiar algo de lo que escribo (lo cual me halaga, querrá decir que no es tan malo como yo pienso) se podrá comprobar la fecha y la autoría con mayor facilidad.

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